Hasta el día de hoy no pensé que pudiera haber alguién más temerario al volante que un taxista o microbusero chilango. Los taxistas que manejan Vochos o Chevys son capaces de las mayores acrobacias en el asfalto capitalino, sobre todo cuando se les dice la tradicional frase «traigo prisa, jefe«. Y qué decir de los microbuseros echando carreritas en los carriles centrales de un eje vial, para ver quien recoje más pasaje. Sin embargo, estaba equivocado. Después de subirme a un Tuk-Tuk en Bangkok descubrí que existe un modo más extremo de arriesgar el alma en el camino.
