Es algo que he platicado con muchas amistades en DC. No sabemos a ciencia cierta por qué es así. Pero hay algo de lo que estamos seguros. La comunidad de mexicanos donde vivimos nos caracterizamos por estar muy dispersos, por echarnos poco la mano. Incluso sentimos que cuando un mexicano llega al círculo de otro, hay cierta “desconfianza”. Difícil de explicar. Pero con ayuda de Juan Miguel Zunzunegui queda claro que este es un caso típico del “Síndrome de Masiosare”.
No se necesita ser un genio para saber que en el México de hoy hay división. La escuchamos desde Palacio Nacional todas las mañanas. Fifís, chairos, conservadores, neoliberales… la lista continúa. La culpa no es del tlatoani que divide con su palabra. Cada quién tiene la libertad de seguir ese ejemplo o no. Sin embargo, lo seguimos y en nuestras conversaciones y actitudes replicamos y amplificamos esa división entre nosotros.
Sin embargo, esto que platico sobre DC, lo he visto desde hace varios años, mucho antes de los discursos actuales de polarización. En su momento uno de los representantes de México ante el Banco Mundial quiso crear una comunidad mexicana más compacta y sólida en ese organismo, pero se topó de frente con esa desunión y desinterés colectivo. Me decía que ya ni las roscas, tamales o tradiciones que tenemos en común nos unían. “La gente no jala”.
Este espíritu de llaneros solitarios contrasta con la dinámica de otros grupos de extranjeros que saben hacer comunidad y echarse la mano. Entre los latinoamericanos en DC, están como buen ejemplo los argentinos, colombianos y, aunque son pocos, los uruguayos.
La pregunta es ¿por qué a los mexicanos nos cuesta trabajo hacer lo mismo? ¿Por qué esa sensación de sospechosismo cuando te presentan a un nuevo mexicano? Pareciera que en esas situaciones suele haber un rito automático de “medirle el agua a los camotes” para ver quién es quién y si conviene o no dedicarle energía a esa relación. Esto no implica que todos tengamos que llevarnos bien, pero el contraste es tan grande cuando miras cómo se comportan otros extranjeros con sus conacionales.
Una teoría que me platicaba un buen amigo es que en general DC es un ambiente muy individualista y competitivo, incluso para los americanos. Al ser el centro de un poder político tan grande, todos se andan midiendo. Por ello, no suele ser raro que las primeras preguntas cuando te presenten a alguien sean en dónde trabajas y de dónde eres.
Esto último no me resulta tan raro pues en México así es la dinámica de los grupos de mayor ingreso, para quienes tu trabajo, tu familia, el coche que tienes, la marca de la ropa que usas, en dónde vives y a dónde viajas suele ser referente para saber cómo te tratan. Lo cual me lleva a una segunda teoría. ¿Lo que hemos notado varios en DC es limitado a la gente con más lana? ¿Es parte de una actitud “mamila” donde cada uno nos sentimos hechos a mano?
Posiblemente haya algo de eso. Sin embargo, una encuesta del 2008 de Parametría y El Colegio de México nos da la idea de que también puede ser algo generalizado. Bajo el título “Mexicanos desconfían hasta de su sombra”, la encuesta muestra que más del 80% de los encuestados piensan que no se sabe en quién confiar. Además un porcentaje similar reportaba que a la mayoría de la gente no le importa lo que le pasa a los demás. Desconfianza combinada con indiferencia suenan a un caldo de cultivo perfecto para actuar con llaneros solitarios.
Quien resume muy bien estos temas es Juan Miguel Zunzunegui en lo que llama el “Síndrome de Masiosare”. En su libro ‘Los mitos que nos dieron traumas’ nos dice que este síndrome es el miedo a todo, incluido a otros mexicanos, al de a lado, al que piensa distinto de nosotros y por ello lo vemos como adversario. Parte del síndrome es un sentido de individualismo y desconfianza que genera a un “mexicano metido en sí mismo, desconfiado, cerrado a la colaboración y que desarrolla un comportamiento de individualismo”.
Curiosamente, Zunzunegui plantea que este síndrome tiene su origen en el trauma de un mestizaje nunca aceptado. Lo platicamos en el post pasado y hace algunos años. Juan Miguel escribe que “somos mestizos que despreciamos el mestizaje; y ahí van unos mexicanos con complejo de conquistadores sintiéndose muy europeos, y del otro lado los indigenistas que siguen lamentando la conquista y pretendiendo que la mexicanidad es prehispánica”.
Estos sentimientos de odio y enemistad históricos, por la falta de aceptar quiénes somos, nos impide ser más unidos. Resulta interesante ver que incluso lejos del país, donde uno pensaría que las condiciones propiciarían una mayor cohesión de los mexicanos, Masiosare sobrevive y se nos muestra no sólo como nuestro extraño, sino también como nuestro interno enemigo.

wow!! 24Masiosare, nuestro extraño e interno enemigo
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