Hay males que sí duran 100 años, o más, y pueblos que no sólo los resisten, sino que se aferran a ellos. Uno de estos males es nuestra reacción -o rechazo- hacia nuestro origen como mexicanos. Escribí sobre estos hace 5 años y ahora que leo a Zunzunegui en “Los mitos que nos dieron trauma”, lo confirmo. Uno de los grandes problemas de México es su desprecio colectivo a nuestro origen mestizo que surge de lo indígena Y lo europeo.
Hace unas semanas estuve en México y pasé por Reforma a la altura de lo que solía ser la glorieta de Colón. Todavía recuerdo aquellos años cuando la estatua del navegante recibía producto de gallina y algo más cada 12 de octubre.
Cristobal fue expulsado de la avendia más emblemática de la Ciudad de México, curiosamente legado de nuestro último emperador. Lo que no ha sido expulsado, aún cuando se mande la estatua de Colón de regreso en barco al puerto de Palos, es ese rechazo de varios a parte y motivo de nuestro presente: la herencia europea.
Curiosamente, mientras investigaba que había pasado con la dichosa estatua, me encontré con varios artículos donde las cabezas del gobierno federal y capitalino mencionan palabras como invasión, genocidio y la necesidad de reivindicar a los pueblos indígenas.
Son precisamente estas palabras y visiones del pasado que, de acuerdo a Zunzunegui, crean (i) el mito de que todo era perfecto y puro antes de la llegada de los españoles; lo cual fue echado a perder, generando (ii) el trauma de ser un pueblo conquistado por la peor calaña que llegó de Europa.
El sufrimiento autoinfringido resulta de no aceptar nuestra herencia doble y reconocernos como el resultado de una mezcla que ni es indígena ni es europea, sino todos los matices y tonos intermedios.
Si en vez de pensar en la “conquista” de un México que no existía, viéramos lo que pasó en 1521 como el inicio de un México que tardó en gestarse 300 años, sufriríamos y nos odiaríamos menos y tal vez pudiéramos hacer las pases con nuestro pasado para poder vivir un mejor presente y crear un futuro más brillante.
¿Por qué no lo hacemos? Porque es más fácil vivir siendo la víctima. Siendo el conquistado que alguien más chingó. Así nuestros problemas no son nuestra responsabilidad, sino la culpa de alguien más. Por ello, los discuros e historia oficial de conquista, opresión e invasión resuenan tanto en el colectivo.
Los gobernantes saben bien de ello y sacan provecho. Si hay un pueblo victimizado históricamente es más fácil ofrecer un gobierno paternalista que proteja de este trauma, por supuesto, a cambio de apoyo y lealtad.
En lugar de quitar la estatua de Colón y tratar de eliminar su legado, al país le hace falta un monumento en medio del zócalo, donde agarrados de la mano aparezcan Moctezuma, la Malinche y Cortés. Así recordaríamos simbólicamente los tres grupos que en 1521 influyeron para crear lo que somos hoy.
No aceptar ese pasado significa sufrir en el presente y negarnos un mejor futuro. Sin aceptarnos parte indígena (tanto los que pedieron como los que contribuyeron a esa derrota) Y parte europeo, seguiremos atorados y sufriendo ese mal que lleva mucho más de 100 años.

Hola Alfredo, muy cierto lo que dices, debemos sentir orgullo por quienes somos, la mezcla de dos culturas, es nuestra realidad.
Muchos saludos
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Hola Señora, muchas gracias por su comentario. Coincido, es algo que nos tendrían que enseñar desde chicos, para tener una mejor narrativa de quiénes somos. Saludos y muchos abrazos desde acá
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Pingback: Masiosare, nuestro extraño e interno enemigo « México desde Aquí
wow!! 78Masiosare, nuestro extraño e interno enemigo
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