Democráticamente estamos locos

Algunos se la atribuyen a Einsten. Otros no. Pero hay una frase que define la locura como “hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”. Haciendo la analogía con la democracia en México, es de locos seguir eligiendo gobiernos con el mismo sistema, esperando que alguna vez nos saquemos la lotería con un gobierno más o menos decente. En cambio, constantemente acabamos atorados con resultados subóptimos y gobiernos de dudosa calidad. Sorprende que un país de casi 130 millones de habitantes no pueda elegir unos cuantos líderes calificados, decentes y que busquen el bien común. ¿Qué le hace falta a nuestra democracia para darnos mejores gobiernos? ¿Cómo curar nuestra locura?

Seguramente muchos de ustedes, a excepción de los AMLOvers, piensan que el gobierno de López es el peor que hemos tenido. Sin embargo, lo mismo se decía con Peña, Calderón o Fox. ¿O vamos de mal en peor o simplemente tenemos malos gobiernos todo el tiempo?

Entonces la pregunta es ¿cómo salir de este círculo vicioso que produce y produce continuamente malos gobiernos? ¿Cómo dejar de hacer lo mismo para obtener resultados diferentes?

Propongo brevemente algunas ideas que hablan más del qué que del cómo:

  1. abrir la oferta para una mejor competencia;
  2. cerrar el flujo de dinero a la política;
  3. eliminar los concursos de popularidad; y
  4. el “das resultados o te vas”.

Primero está el tema sobre quién tiene posibilidades de acceder a cargos de elección popular. Aunque ya no existe el monopolio del partido único que una vez fue el PRI, vivimos un oligopolio donde los de siempre y sus mutaciones son quienes tienen posibilidades reales de ganar elecciones. Y digo reales porque aunque la puerta se ha abierto a candidaturas independientementes, estos ciudadanos enfrentan la contiendas electorales cuesta arriba y en desventaja.

Como todo oligopolio es ineficiente, la opción es abrir la puerta y nivelar la cancha de juego. Así ciudadanos interesados y sin filiación partidista podrían lanzarse y competir parejamente con los candidatos de los partidos de siempre. Esto de nivelar la cancha, nos lleva al segundo punto.

La ciencia política nos habla de los beneficios de un buen sistema de partidos y su necesidad para una democracia consolidada. Pero honestamente les pregunto, ¿qué cosa positiva le han dado los partidos políticos a México? ¿Qué retorno sobre la inversión hemos recibido a cambio de todo el financiamiento de la política?

Esto nos lleva a replantearnos si necesitamos financiar ampliamente a los partidos políticos, sobre todo en épocas no electorales. Cerrar el flujo del dinero a la política, definitivamente ayudaría a debilitar su posición de ventaja ante otras opciones menos politizadas y sin la maquinaria y los recursos públicos, como los candidatos ciudadanos. Mientras menos dinero vaya a los partidos y las campañas, seguramente habrá menos oportunidades de corrupción y arreglos chuecos. Lo cual nos lleva a la siguiente idea.

El tercer punto implica cambios en la dinámica de las campañas. Actualmente, nuestras elecciones se han convertido en concursos de popularidad. No importan las ideas, capacidades o trayectoria de los candidatos. Lo que importa es qué tan conocidos son y la imagen o branding que proyectan. Por ello, el énfasis y financiamiento de las campañas se va en publicidad, marketing y apariciones en medios. Poco importa lo que se propone.

Cerrar el flujo de dinero a la política y campañas, pudiera ser una herramienta para disminuir los gastos de propaganda y dar paso al terreno de la propuestas, donde no importe qué tan popular seas, sino lo que ofreces como posible opción de gobierno. Esto nos lleva al último punto.

No importa prometer el oro y el moro, sino cumplir. Cada seis años vemos como vilmente nos mienten los candidatos. Muchas veces diciendo lo que los ciudadanos quieren oír, para después como gobierno hacer lo que les plazca sin rendición de cuentas alguna.

La propuesta de “das resultados o te vas” busca no quedarnos atorados seis años con gobiernos que resultan malos. Con gobiernos que incumplieron. Por ello a los tres años, los gobierno debieran ser medidos respecto a las propuestas que hicieron y resultados que han dado, para saber si siguen en sus puestos o les aplicamos la de “ya llégale”.

Estas ideas generales pudieran sonar disparatadas, pero ponen sobre la mesa algo diferente. No podemos seguir eligiendo a nuestros gobiernos de la misma manera esperando algún día lograr mejores resultados. Seguir haciéndolo nos privaría de una posibilidad de tener mejores gobiernos, y estaríamos destinados a una locura eterna, democráticamente hablando.

Un comentario

  1. no son disparatadas…son pragmáticas y funcionales

    me gustan, creo pueden hacer una diferencia, sé que tendrían mucha resistencia por esa «clase» política reciclada y resistente al cambio…pero lo que en realidad me preocupa es «nosotros», es la sociedad, es nuestra preparación, ideología y en especial nuestro constante slogan de «necesitamos un cambio»…pero nunca nunca estamos dispuestos a cubrir/pagar el precio de ese cambio

    cada 6 años decimos los mismo…»esto está peor q antes», lo malo es que no solo es cierto, sino que se superan con creces…y este gobierno, lo está haciendo en este sentido (sur) mejor q nadie antes…

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